George Floyd en Yucatán: asfixias paralelas
Diario de Yucatán, 31-05-2020.

Paralelo 1: las asfixias de George y de Gaspar Avelino
Lo que siguió es demoledor. Los policías esposaron a Floyd y lo sometieron en el suelo. Uno de ellos, Derek Chauvin, se inclinó y presionó, usando toda su fuerza, el cuello del hombre afroamericano con su rodilla. Floyd, claramente desesperado y al borde de la asfixia, sollozó por su madre, suplicó y dijo en repetidas ocasiones que no podía respirar. Seis minutos después, Floyd perdió el conocimiento. Pero ni así retiró Chauvin su rodilla del cuello del hombre inerte acostado en el pavimento. Chauvin siguió presionando su cuello durante casi tres minutos después de que el hombre había dejado de moverse.
Tras las protestas de la familia y tras la cobertura mediática al caso, la Fiscalía del Estado tuvo que reconocer que Gaspar Avelino falleció de asfixia mecánica por broncoaspiración -una accidental de líquidos por las vías respiratorias-. De acuerdo con la autopsia, el hombre fue torturado, molido a golpes y sufrió un traumatismo craneoencefálico (Diario de Yucatán, 04/03/2020).
La comparación de estos dos casos ayuda a notar que eventos muy similares al ocurrido en Estados Unidos y que ha indignado a muchas personas en Yucatán, ocurren con claridad y contundencia en nuestro estado. Sin embargo, el tamaño de la reacción en redes sociales no es proporcional; pareciera que, por algún motivo, los casos locales son menos llamativos. Aclaro que de ninguna forma estoy criticando la molestia e indignación en Yucatán por el caso de Floyd. Lo único que pretendo señalar aquí es que es importante revisar qué nos ha llevado a esta asimetría.
Paralelo 2: asfixias institucionales
(1) Estados Unidos. La indignación y protestas que se han desatado a partir del caso de George Floyd no se explican si no se considera la notable violencia que sistemáticamente ejerce la policía en ese país contra su población afroamericana. El sesgo y el racismo policiaco en aquel país están perfectamente documentados y en buena parte de los casos los policías implicados quedan impunes. Por increíble que parezca, a pesar de la evidencia, el policía que asfixio a Floyd inicialmente fue meramente “separado” de su cargo. Fue sólo después de las protestas que el hombre fue arrestado.
La magnitud de las protestas no se entiende si no se considera este contexto. Y es que el uso excesivo de violencia de las policías en Estados Unidos contra la comunidad afroamericana, incluidos los asesinatos a personas desarmadas, suele quedar impune. Además, la repetida súplica de Floyd sobre su imposibilidad de respirar trajo de vuelta la memoria del caso de Eric Garner, un afroamericano asesinado por la policía de Nueva York en 2014 cuyas últimas palabras fueron justamente “no puedo respirar”. La frase se ha convertido en una metáfora para la forma en que las policías en aquel país asfixian con su comportamiento sesgado y racista a la población afroamericana-.
Pero también de la forma en que las instituciones en general impiden a esa comunidad otras formas de respiración. Por ejemplo, la población afroamericana está subrepresentada en las universidades y escuelas y en puestos directivos. Lo que es peor, desde 1980 no hay una tendencia positiva en ese sentido. Además, esta población tiene altos índices de marginación y pobreza, lo que hace que la Covid-19 le esté afectando desproporcionalmente. Es decir, Estados Unidos no ha podido o no ha querido cerrar esta brecha y saldar su deuda histórica con las personas negras.
(2) Yucatán. Por desgracia, el caso de que Gaspar Avelino no es único. De acurdo con un informe reciente de DDHH Elementa” en colaboración con el Centro de Estudios de Derechos Humanos de la Uady, en Yucatán la tortura policial es “institucionalizada”; es decir, es habitual, permitida y alentada.
La internacionalmente reconocida organización local “Indignación” ha denunciado y reportado detalladamente estas prácticas. Pero también organizaciones globales también han dado cuenta de ello. Por ejemplo, Amnistía Internacional ha reportado detenciones arbitrarias, golpes y amedrentamiento que fueron denunciados ante la Fiscalía del estado, sin avances en su investigación (Diario de Yucatán, 24/10/2019). La mayoría de las víctimas de estas prácticas son personas de origen maya o que viven en la marginación y en la pobreza. Es decir, análogamente a lo que ocurre en Estados Unidos, en Yucatán la policía “sofoca” o “asfixia” a las personas mayas o más pobres.
Esto no es todo. La “asfixia” institucional se extiende, como ocurre con los afroamericanos, a subrepresentación dolorosa que a los gobiernos parece tenerles sin cuidado. En nuestro estado, alrededor de la mitad de la población es maya; pero esto no se ve reflejado en instituciones, universidades, puestos directivos o en la arena política. Tampoco hay políticas bien planeadas y decididas para corregir esta injusticia. En este sentido, lo que ocurre a los mayas en Yucatán es más grave que lo que ocurre a los afroamericanos en Estados Unidos: en nuestro estado el tema ni siquiera es abordado directamente por las personas que dicen representar los intereses de la mayoría.
Paralelo 3: asfixias sociales.
(1) Estados Unidos. La población afroamericana ha sido históricamente discriminada y marginada. El racismo persiste en algunos sectores y algunos grupos ultraconservadores, como los nacionalistas blancos o la alt-right, se refieren explícitamente a esta población con desprecio. Sin embargo, las protestas masivas muestran que esta situación podría haber alcanzado su punto de quiebre. Personas de todas las edades y origenes han salido a las calles a exigir, con toda la fuerza que el caso amerita, el fin de la asfixia institucional las personas negras. Con ello, la sociedad ha inyectado oxígeno invaluable a la población afroamericana.
(2) Yucatán. Por desgracia, nada similar está ocurriendo en Yucatán con la población maya. En términos generales, nuestra sociedad sigue sin reconocer que consciente o inconscientemente sofoca cotidianamente a estas personas. Y lo hace, para ser exactos, principalmente por la vía de la inacción; esto es, volviéndolas invisibles, dejando de ofrecerles su solidaridad irrestricta o despreciando su legítimo derecho a estar furiosos y a reclamar abiertamente, con toda la fuerza necesaria, a las autoridades que tendrían que corregir las asimetrías. No es ninguna casualidad que mientras más se baje en la escalera socioeconómica más proporción de mayas se encuentren. Tampoco lo es que las profesiones peor pagadas o las que implican más sacrificio sean las más ocupadas por personas mayas. Por ponerlo en términos más claros, pensar que la población maya tiene una “natural vocación de servicio” a la población no maya es contribuir a su asfixia.
Conclusión.
A muchas personas yucatecas, el caso de George Floyd ha abierto, de par en par una ventana por la que se puede mirar las formas en que Estados Unidos asfixia a su población afroamericana. La indignación que esto ha generado es encomiable y entendible. En este artículo he propuesto que esa misma ventana, por la vía de la analogía, puede ser utilizada para notar la forma en que Yucatán asfixia a su población maya. Y que no hay motivo para no reaccionar con la misma energía ante un estado que asfixia cotidianamente a la mitad de sus habitantes. -Edimburgo, Reino Unido,